Esta mañana, mientras esperaba mi turno en la frutería, escuchaba la conversación que mantenían dos señoras:
– Pues aunque me haya dicho que ya se apañará, le voy a llamar para decirle que si no llama a alguien para ayudarla, conmigo que no cuente, que yo también estoy enferma.
– Es que sino siempre te toca a ti, tu ya no estás para darte esos trotes.
–Es que yo ya me conozco… al final me dará pena, acabaré como siempre: sacrificándome y luego, cuando necesito yo algo, nadie se acuerda de mi.
Mientras su amiga asentía…
Más tarde he salido a caminar por uno de mis lugares favoritos, donde siempre me siento en paz. Mientras andaba, recordaba esta charla como un eco en forma de interrogación: ¿es que yo ya me conozco?
Estaba claro que esta señora ya había tenido una conversación previa con la parte que creía que necesitaba su ayuda, en la que ya había manifestado su incapacidad para ayudarla, entonces ¿qué necesidad tenía de seguir con el tema?
Creer que nos conocemos nos aleja mucho del verdadero conocimiento de uno mismo. Cuando creemos que sabemos lo que somos o lo que es la vida nos cerramos ante la posibilidad de descubrir cosas nuevas que quizás nos abran las puertas hacia nuevos horizontes. Todos cargamos con pesos que proceden de acumulaciones que hemos ido recogiendo a lo largo de nuestra vida: la cultura, la educación, los recuerdos, la familia, la información que recibimos, nuestras experiencias… que al identificarnos con ellas nos hace tener la sensación de creer quién somos y así lo compartimos con los que nos rodeamos, diciéndoles quiénes somos, ¿pero somos solo eso?
Ciertamente todo esto nos ayuda a poder sobrevivir, no hay que despreciarlo, aunque sí observarlo y amarlo, si lo que deseas es vivir satisfecho contigo mismo y con la vida. No puedes saber quien eres, a menos que no reconozcas que no lo sabes todo, te respetes, seas compasivo contigo mismo y tengas un gran amor por tu preciosa existencia. Solo así estarás dispuesto a ser tu mismo, responsabilizándote de todo lo que en ella suceda, para poder responder en cada momento lo más adecuado para ti y a su vez, sabiendo que tu respuesta también es la más adecuada para los demás en ese momento.
Permite que sea la vida la que te vaya descubriendo en cada momento, de lo contrario nunca la podrás vivir. No conocerás la capacidad que tenemos para conseguir la libertad de ser en cada momento lo que somos, vida.
Si esta señora hubiera sabido quién es, hubiera respetado la primera respuesta que le dieron “ya me las apañaré”, eso es todo, ya tuvo la respuesta. Solo su miedo a no ser querida por los demás, la creencia de que el sacrificio forma parte del amor y todas sus acumulaciones le han llevado a creer que sus miedos ocultos forman parte de su identidad, de su yo, defendiéndolo como un verdad incuestionable. Así como todo lo demás, las creencias y los pensamientos también son impermanentes, aceptarlo te liberará de tener que defender un yo, que mañana puede ser otro más feliz.
